Geoeconomía del caos: el ascenso de los bloques económicos alternativos al dólar
Durante más de siete décadas, el dólar estadounidense ha sido el núcleo del sistema financiero global. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, su hegemonía ha sustentado reservas internacionales, contratos de deuda, comercio exterior y precios de materias primas.
Pero en los últimos años, ese orden ha comenzado a resquebrajarse.
Una serie de tensiones geopolíticas, crisis financieras y sanciones unilaterales han empujado a numerosos países a buscar vías de escape.
No se trata de un colapso inmediato del dólar, sino de un proceso más silencioso: la aparición de bloques económicos que buscan construir arquitecturas financieras paralelas, capaces de funcionar al margen de la moneda estadounidense.
“Las sanciones, la inflación y el uso político del sistema financiero han acelerado un fenómeno que antes avanzaba lentamente: la diversificación lejos del dólar”, explica Alex Cobham, director de Tax Justice Network. “Es una reacción defensiva, pero también un intento de ganar autonomía”.
El inicio de la “desdolarización” silenciosa
Hasta hace poco, hablar de un mundo sin dólar parecía una fantasía. Hoy, no tanto.
Según datos del Fondo Monetario Internacional, la proporción de reservas globales en dólares ha caído de más del 70 % en 1999 a cerca del 58 % en 2024, mientras aumentan las tenencias de oro, euros, yuanes y monedas regionales.
Paralelamente, cada vez más países han comenzado a realizar comercio bilateral en monedas locales, eludiendo la intermediación del dólar. India compra petróleo ruso en rupias; China liquida exportaciones a América Latina en yuanes; Brasil paga fertilizantes rusos en reales.
“El dólar sigue siendo dominante, pero ya no es incuestionable”, señala Zongyuan Zoe Liu, investigadora del Council on Foreign Relations. “Lo que vemos es una fragmentación gradual del sistema monetario global”.
BRICS: un bloque con aspiraciones de independencia financiera
El bloque BRICS —Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica— es el ejemplo más visible de este proceso.
En su cumbre de Kazán en 2024, los miembros discutieron la creación de una unidad de cuenta común respaldada por una cesta de divisas y metales preciosos, además de ampliar el uso de sus monedas nacionales en el comercio interno del bloque.
China, en particular, ha impulsado el uso internacional del renminbi a través de acuerdos de intercambio de divisas (swap lines) y el desarrollo de su propio sistema de pagos, el CIPS, como alternativa al SWIFT dominado por Occidente.
Según datos de la Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication (SWIFT), el uso del yuan en pagos internacionales se ha duplicado desde 2021, impulsado principalmente por operaciones con Rusia tras las sanciones occidentales.
Sin embargo, las aspiraciones enfrentan obstáculos estructurales.
“El yuan carece de plena convertibilidad, y las economías BRICS son muy dispares entre sí”, advierte Alicia García-Herrero, economista jefe para Asia-Pacífico en Natixis. “Eso limita seriamente cualquier intento de crear una moneda común funcional”.
Europa y el euro: entre la ambición y la cautela
Incluso dentro de Occidente hay señales de inquietud ante la dependencia del dólar.
Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, ha defendido que el euro debe reforzarse como alternativa, sobre todo tras las tensiones generadas por las sanciones financieras de EE.UU. a terceros países.
El euro representa alrededor del 20 % de las reservas globales y es la segunda moneda más utilizada en el comercio internacional, pero aún carece de la profundidad y liquidez del dólar.
Además, la fragmentación fiscal y política dentro de la Unión Europea limita su capacidad para actuar como una verdadera moneda hegemónica.
“La zona euro no tiene un Tesoro común ni bonos federales al nivel del Tesoro estadounidense”, explica Paul De Grauwe, profesor en la London School of Economics. “Eso reduce la confianza de los mercados y limita su rol como activo refugio”.
El sur global se reorganiza
Los países más golpeados por sanciones o exclusión del sistema dólar son los que más han acelerado su búsqueda de alternativas.
Rusia y Venezuela realizan cada vez más comercio con monedas locales y oro. Irán ha recurrido a criptomonedas y trueque para eludir restricciones financieras.
Incluso Arabia Saudita, tradicional aliado de Washington, ha explorado vender parte de su petróleo en yuanes, lo que habría sido impensable hace una década.
Detrás de estos movimientos está una motivación estratégica: evitar que su supervivencia económica dependa de decisiones políticas en Washington.
“Cuando los pagos internacionales pueden ser bloqueados por razones políticas, los países empiezan a ver el dólar como un riesgo”, resume Cobham.
Obstáculos de fondo
Aunque la tendencia es real, ninguna de estas alternativas está cerca de destronar al dólar en el corto plazo.
La moneda estadounidense sigue concentrando más del 80 % de las transacciones cambiarias globales, domina los mercados de deuda y capital, y mantiene una liquidez incomparable.
Además, construir una divisa de reserva exige algo más que acuerdos diplomáticos: requiere instituciones financieras confiables, marcos legales estables, mercados profundos y la confianza de los inversionistas.
La mayoría de los bloques alternativos carece todavía de esa infraestructura.
“Desplazar al dólar no solo es cuestión de voluntad política; es cuestión de credibilidad, y eso tarda décadas en construirse”, advierte García-Herrero.
Un orden monetario en transición
Más que un reemplazo abrupto, lo que está en marcha es un mundo financiero cada vez más multipolar y fragmentado, donde varios bloques intentan blindarse frente a las turbulencias globales y la influencia estadounidense.
Esa transición, sin embargo, conlleva riesgos: mayor volatilidad cambiaria, costos de transacción más altos y dificultades para coordinar respuestas a crisis globales.
“Estamos entrando en una era de geoeconomía caótica, sin un ancla monetaria clara”, advierte Zoe Liu.
“El dólar no desaparecerá, pero su monopolio se está erosionando. Y eso cambia la lógica del poder global”.

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