Irán y Venezuela, un vínculo más allá del petróleo
En Caracas no solo se respira la retórica antiestadounidense que une a Venezuela con Irán, también se camina sobre ella. Una de las principales avenidas de la capital lleva el nombre de “Teherán”, mientras que en Teherán se inauguró en 2006 una calle llamada “Hugo Chávez”, en homenaje al líder bolivariano. Estos gestos simbólicos revelan hasta qué punto la alianza entre ambos países ha buscado trascender los acuerdos económicos para enraizarse en la vida cotidiana, proyectando la imagen de un eje ideológico y político sólido.
Diplomacia de calles y monumentos
La “diplomacia urbana” ha sido un recurso constante. En Caracas, además de la avenida Teherán en la parroquia El Paraíso, existen bustos y placas que rememoran la amistad con la República Islámica. En Teherán, la calle Hugo Chávez fue inaugurada con ceremonias oficiales y desde entonces se ha convertido en un punto de referencia política. Estos homenajes urbanos buscan mostrar que la relación no es circunstancial, sino que se concibe como un lazo histórico de resistencia frente a Occidente.
Cooperación energética y vuelos directos
Más allá de los símbolos, la alianza se ha materializado en sectores estratégicos. Desde 2020, Irán envió buques petroleros cargados de gasolina para aliviar la crisis de combustible en Venezuela, a pesar del riesgo de sanciones estadounidenses. A cambio, Caracas entregó crudo pesado que Teherán refinaba y reexportaba. En paralelo, se establecieron vuelos directos de la aerolínea estatal Conviasa hacia Teherán, conocidos popularmente como “los vuelos de la solidaridad”, aunque organismos internacionales y agencias de inteligencia los han investigado por posibles traslados de equipos y personal militar.
Fábricas conjuntas y presencia industrial
Durante los años de mayor bonanza petrolera venezolana, se firmaron más de 200 acuerdos bilaterales que dieron origen a fábricas de tractores, automóviles y bicicletas con tecnología iraní en estados como Bolívar y Cojedes. Aunque muchos de estos proyectos terminaron paralizados por falta de insumos o corrupción, sirvieron para tejer una red de empresas mixtas que operaban como escaparate de la cooperación Sur-Sur. El mensaje era claro: Venezuela e Irán podían construir, con recursos propios, una alternativa al modelo industrial dependiente de Occidente.
Un eje político e ideológico
En lo político, los presidentes Mahmoud Ahmadinejad y Hugo Chávez cultivaron una relación personal que se tradujo en visitas de Estado frecuentes, discursos cargados de retórica antiimperialista y la presentación de ambos países como “trincheras de resistencia” frente a Estados Unidos. Nicolás Maduro y Ebrahim Raisi han continuado esta narrativa, firmando en 2022 un plan de cooperación estratégica a 20 años que incluye defensa, energía, tecnología y agricultura.
Implicaciones regionales
La presencia iraní en Venezuela inquieta a gobiernos de la región y a Washington, que ven en este eje una vía para eludir sanciones, triangular exportaciones y abrir un frente de influencia de Medio Oriente en América Latina. Sin embargo, para ambos regímenes la relación se presenta como un modelo de soberanía compartida, donde los gestos simbólicos —calles, monumentos, bustos— son tan importantes como los contratos firmados.

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