El poder depende de la cobardía colectiva de los ciudadanos: Al-Gharbi
Musa al‑Gharbi sostiene que en las guerras culturales contemporáneas el verdadero adversario no es la ideología opuesta, sino la cobardía colectiva que cede el espacio público a los más estruendosos.
En su ensayo “Inserting Culture into the Culture”, argumenta que ni la izquierda ni la derecha monopolizan el conflicto: lo que define quién domina es quién osa hablar, criticar o disentir frente al consenso silencioso.
Desde una perspectiva sociológica, Al‑Gharbi desplaza el foco de las batallas políticas hacia la cultura simbólica: las profesiones donde se crean discursos (academia, medios, tecnología). Para él, la clave no es tanto qué ideas circulan, sino cómo se seleccionan y reproducen. En esos campos simbólicos, quienes ascenden no siempre son los más originales, sino los más conformistas. La obediencia, más que la valentía, suele ganarse el respaldo institucional.
De ese modo, minorías activistas y vocales pueden tomar control de instituciones no por su fuerza numérica, sino por la pasividad de la mayoría. En un entorno donde disentir implica costos sociales, reputacionales o profesionales, la mayoría se auto‑silencia. Así se producen jerarquías culturales donde lo ruidoso —incluso lo extremo— termina dominando el centro simbólico.
Al‑Gharbi también identifica lo que llama los capitalistas simbólicos: una élite privilegiada formalmente (económica, educativamente) que paradójicamente rehúye el conflicto. Estas personas son cultivadas para el consenso: se auto‑censuran, evitan riesgos simbólicos y optan por la mediocridad segura frente a la crítica. Esa elite, instalada en instituciones clave, refuerza la homogeneidad cultural.
Para transformar esas dinámicas, más que leyes o regulaciones, propone intervenir los criterios de selección cultural: medir la valentía, la disidencia y la pluralidad como criterios legítimos de avance simbólico. Si solo regulas discursos sin reformar quién consigue hablar, el poder seguirá siendo entregado a los más callados o a los más intimidantes. En sus palabras: “la cultura devora la estrategia”.
Este enfoque invita a pensar que la democracia no solo requiere estructuras institucionales robustas, sino una cultura donde disentir no sea una hazaña heroica sino una práctica normal. Sin ciudadanía valiente en lo simbólico, las instituciones terminan bajo el control de quienes más ruido hacen, no de quienes mejor representan al conjunto.
Fuente: Musa al‑Gharbi, “Inserting Culture into the Culture”. Recuperado de: https://musaalgharbi.substack.com/p/inserting-culture-into-the-culture
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